Miquel Roca Juyent. Un estorbo

Miquel Roca

La Vanguardia 01.11.2011

 

 

 

 

 

 

 

 

En clave de humor o no, con excusas o sin excusas, el profesor Gregorio Peces-Barba en Cádiz dijo lo que quería decir y lo que creía que el público que lo escuchaba valoraría positivamente. Y lo más significativo es que estas palabras son absolutamente incompatibles con el espíritu del pacto constitucional y con el consenso que lo hizo posible. En aquel momento, estas palabras no se habrían pronunciado por quien las ha dicho ahora ya que eran patrimonio de personajes contrarios a todo aquello que representaba el espíritu de la Constitución de 1978.

Las palabras de Cádiz reflejan una corriente de opinión y una actitud política que hace tiempo que se ha impuesto en determinados ambientes de la sociedad española, manifiestamente contrarios en este momento a lo que representa el desarrollo autonómico del Estado. El pacto constitucional no se ha agotado con las palabras del doctor Peces-Barba sino que hace ya meses que se rompió.

Hechos diversos lo han puesto de manifiesto; actitudes bien conocidas han evidenciado, sin ningún tipo de rubor, su deseo por recentralizar España y en esta línea la vocación de Catalunya les estorba. Somos un estorbo, parece ser la conclusión más adecuada.

Un modelo, el de la Constitución del año 1978, se ha agotado. Habrá que definir un nuevo escenario de relación para actualizar una voluntad convivencial respetuosa con la libertad y la identidad de cada uno. Este es el reto; y no es fácil resolverlo y hechos como los de Cádiz no ayudan a crear el clima más idóneo para conseguirlo.

No se trata de exagerar los hechos que se comentan. Pero nadie les puede quitar el valor de símbolo, tanto por el contenido de las manifestaciones como por la recepción socarrona con la que una gran mayoría de los asistentes al acto las recibieron. No es una buena noticia pero tiene el valor de dejar las cosas claras: el pacto se ha agotado y en todo caso, si se quiere, habrá que definir uno nuevo.

De momento esta voluntad constructiva no aparece por ningún lado y lo que domina es la denuncia o la percepción, como se quiera, de que somos un estorbo.