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España, trece veces quebrada


La situació actual de crisi financera extrema que viu Espanya no és nova. Fins a 13 són les bancarrotes que ha viscut l'estat espanyol i la monarquia dels Habsburg a la Península Ibèrica. Els següents articles en fan un breu recorregut històric sobre la qüestió.
 
 
 

España entró en "default" seis veces entre 1557 y 1647, y solo Francia suspendió pagos en más ocasiones antes del siglo XIX

 
 
La sombra de la crisis tiene luces rojas. Es el color que tiñe la mayoría de los indicadores de actividad económica de España. El monstruo de la quiebra bebe de la recesión, la catarsis bancaria, el desempleo y la caída de los ingresos. Un país, como una empresa, entra en suspensión de pagos cuando no puede hacer frente a sus obligaciones. Esta es la teoría. La práctica tampoco es desconocida para nuestro país, que ya quebró en varias ocasiones a lo largo de la historia contemporánea. En total fueron trece las veces que España entró en default (versión inglesa de quiebra), la mayoría de ellas en el siglo XIX y ante la imposibilidad de pagar las deudas contraídas con el exterior, y solo Francia suspendió pagos en más ocasiones.
 
Acostumbrados a la comparación con Grecia, la bestia negra de la eurozona, lo cierto es que este país no ha entrado en impago tantas veces como el nuestro. Desde su independencia del Imperio Otomano en 1829, Grecia quebró cuatro veces hasta 1893. Hasta esa fecha España ya se había anotado los trece defaults que atesora a día de hoy y que la elevan a la primera posición del ranking de economías fallidas. Según un estudio de Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff, los episodios de quiebra están vinculados a un mayor movimiento de capital entre diferentes países. La deuda y los episodios bélicos y postbélicos, que generan caída de la actividad o paro, nunca se han llevado bien.
 
 
La política antidéficit de Felipe II
 
La primera quiebra documentada de España data de 1557. En ese momento Inglaterra ya había entrado en bancarrota dos veces. El reinado de Felipe II, de los Austrias, fue especialmente prolífico a la hora de sumar catástrofes económicas. Durante sus cuarenta y dos años de reinado España se fue a la quiebra tres veces. ¿Por qué? Los costosos gastos de la corona española, sumado a un incremento progresivo de la presión fiscal a los ciudadanos, acabó por colapsar completamente la economía española. Se generó un déficit inabarcable que provocó, además de la quiebra en España, la suspensión de los pagos a las tropas imperiales de Felipe II. Airados por la situación, los soldados saquearon Amberes en un episodio que recibió el nombre de "furia española". De nada sirvió que los robos fuesen acometidos por mercenarios alemanes. En 1572 la inflación registró un pico del 65,8%. La moneda oficial, el maravedí, se devaluó más de un 60% durante el mandato de un rey al que se le llamó El Prudente.
 

Europa exporta problemas, también en 1627
 
No terminaron los problemas tras la muerte de Felipe II. Su sucesor, Felipe III, firmó otra quiebra en 1607. Es cierto que los problemas venían de antes, como suscribe el historiador Murray Rothbard. El reinado de El Piadoso intentó reconducir las melladas cuentas públicas, pero los conflictos –como la expulsión de los moriscos no ayudaron nada. Rothbard insiste en que la idea de un siglo esplendoroso, el XVI y principios del XVII, están "equivocados". Los problemas con los Holandeses, y su posterior desvinculación de España, no hicieron sino trasladar el punto de gravedad financiero de la Unión Europea al centro de Europa. Allí sigue cuatro siglos más tarde. Tras la muerte de Felipe III llegó el IV, quien firmó otras dos quiebras. El 31 de enero de 1627 llegó la quinta quiebra española. Los raquíticos ingresos, sumados al estado de las cuentas por la Guerra de los Treinta Años, precipitó el desastre. Volvió a devaluarse la moneda y se subieron de nuevo los impuestos para pagar la factura del conflicto.
 
 
La revolución francesa y los conflictos con Napoleón
 
Entre los años 1500 y 1799 la moneda española se devaluó en más de un 65%. La Revolución Francesa no sentó especialmente bien al sistema económico instaurado de manera más o menos generalizada por Europa. En 1809 volvió a entrar en quiebra la economía española, y volvería a suceder en 1820 bajo el reinado de Fernando VII. Según las estadísticas, no todo fue culpa de la gestión del monarca. Entre 1820 y 1840 al menos la mitad de las economías mundiales entraron en bancarrota. El periodo de posguerra tras los ataques de Napoleón hicieron mella a las arcas públicas de numerosos estados. En 1820 dio comienzo el llamado trienio liberal del reinado de Fernando VII tras su periodo absolutista: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional". Los conflictos, con varias sublevaciones y pronunciamientos, deterioraron aún más la economía. (...)
 

Sin coger el tren de la industrialización
 
Antes de morir, en 1831, el monarca Fernando VII alumbró otra quiebra. Las razones, según esgrimen los expertos, fueron las mismas que con las dos bancarrotas anteriores. El sistema económico estaba tan deteriorado que cualquier "fluctuación" a nivel internacional terminaba por resultar letal. Entre 1831 y 1872 España volvería a claudicar otras cinco veces. Aunque se instalaron líneas ferroviarias por varios puntos del Estado, la educación y la industria estaban en tan mal estado que no actuaban de motor económico. El reinado de Isabel II se topó con la primera guerra carlista, y tenía enfrente a otras economías más potentes que sí se subían al carro de la industrialización. Entre 1867 y 1872 el 20% de las economías mundiales analizadas también cayeron en la bancarrota. Este porcentaje volvería a dispararse a finales del siglo XIX. En ese momento se produjo una crisis bancaria en Perú y un default masivo en México y una crisis financiera en Estados Unidos.
 
 
La última (hasta ahora) quiebra española
 
La de 1882 fue la última quiebra de España, hasta la fecha. Como explica Miguel Tuñón de Lara en el libro La España del siglo XX, a finales del siglo XIX había más impedimentos que impulsos al desarrollo industrial en España. "No había transformado sus viejas estructuras agrarias", comenta. "El 2% de propietarios seguían poseyendo el 47% de tierras cultivadas". Existían más rémoras al crecimiento tras haber heredado una economía deficitaria, sin productividad y con salarios muy bajos. El verdadero desarrollo económico no llegaría hasta la entrada de capital extranjero en España y el músculo de la banca, continúa Tuñón. La última quiebra, más significativa por ser la referencia más reciente de una bancarrota, se produjo antes de la pérdida de Cuba. La poca estabilidad del Gobierno español, que no se asentó hasta la llegada de Cánovas del Castillo, tampoco benefició a las empresas y trabajadoras. El Estado aún tenía poco peso en el conjunto de la economía.
 
 
Cancelación de pagos durante la Guerra Civil
 
Lo acontecido entre 1936 y 1939 no se ha considerado por parte de los académicos como una bancarrota o quiebra. El golpe de Estado del 36 dio inicio a una Guerra Civil dura y sangrienta. En territorios como Galicia no hubo apenas enfrentamiento armado, solapado por la represión. Durante esos tres años se suspendió el pago de intereses de la deuda externa, paralización que también afectó a las partidas dispensadas por el Estado a los ciudadanos. Los expertos atribuyen la no inclusión de este periodo dentro de las bancarrotas de España –que sumarían catorce episodios – por el contexto bélico, que vino sucedido por una larga dictadura bajo el mandato de Francisco Franco. También en Europa la economía se apagó para centrarse en la Segunda Guerra Mundial, tras la cual Alemania recibió ayuda de Grecia. Apoyo financiero que, por cierto, fue cancelado en la reunión de Londres de 1953. La delegación germana rogó a sus socios la condonación de su débito.
 
 
 

España: experta en bancarrotas

 
Jaime Bel Ventura
 

La herencia que dejó Carlos I de España [sic] y V de Alemania se tardó varios siglos en recuperarse de las tremendas deudas que había dejado a sus sucesores. Felipe II tiene que suspender pagos en 1557, 1575 y 1597; Felipe III, su sucesor, hace lo mismo en 1607; otro tanto hace Felipe IV en los años 1647, 1652 y 1662; Carlos II, el Hechizado, vuelve a suspender los pagos de la Corona en 1666. No se puede decir, pues, que los Habsburgo fueses buenos administradores del erario real. Pero no son los únicos, los Borbones con Carlos IV suspenden pagos en 1799; Fernando VII estuvo sin abonar factura alguna por el déficit presupuestario desde 1814 hasta 1820; su hija, Isabel II hace lo mismo en 1866 declarándose en quiebra absoluta de la deuda. Pero no termina aquí el asunto, Franco se niega a pagar los dispendios de la II República y se limitó a abonar los gastos a los acreedores del bando nacional.

 

La economía española desde el siglo XVI hasta el siglo XXI

Como se puede observar, las finanzas españolas siempre han gozado de una salud frágil, y si bien ha habido periodos de tensa calma, se ha producido casi una quiebra de la Hacienda española cada cincuenta años. En primer lugar las innumerables guerras en las que España se vio inmersa en el transcurrir de estos siglos desde las de sucesión y de religión, hasta llegar a la guerra de la Independencia contra el imperio napoleónico, para finalizar con las guerras carlistas y la independencia de las colonias –verdaderas gallinas de los huevos de oro-; finalizando, por último, en la Guerra Civil que llevó de nuevo al país a una etapa de recesión y de hambruna.

Este concepto de deuda pública, tal y como se entiende hoy en día, como ya se ha reflejado en un párrafo anterior lo crea Carlos I. A la muerte de su abuelo Maximiliano compite con Francisco I, rey de los franceses, optando a ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Un banquero unido a los Habsburgo, Jacobo Fúcar –realmente se llamaba Yaakov Fugger-, se compromete a prestar el suficiente capital a Carlos siempre que éste liquidara las deudas de su abuelo y las suyas propias. Carlos accede y se beneficia de un préstamo de dos millones de florines de oro, unos 125 millones de los euros actuales.

El nuevo y joven emperador tuvo que firmar una serie de obligaciones (“asientos” se llamaban en la época) con el prestamista Fugger poniendo además como aval, las minas de oro, plata y las salinas así como los impuestos que se cobraban en Castilla. Con este contrato daba comienzo la gran Deuda soberana. Deuda que fue creciendo proporcionalmente a medida que crecía el Imperio Español. Se necesitaba dinero para combatir a los rebeldes, apaciguar revueltas y para seguir conquistando en las Indias.

 

Un imperio donde “nunca se pone el Sol” no sale barato

Los problemas surgen con la subida al trono de Felipe II, hijo del emperador. La Corona debía seguir endeudándose para continuar su política de conquista en ultramar. Pero cuando ya no se pudo hacer frente a las deudas, Felipe, se vio forzado a tomar la decisión de ordenar la suspensión del pago de todos los “asientos”. Históricamente la primera quiebra de un país soberano.

La ruina vino determinada por la forma y desarrollo del Estado que Felipe articuló: cada vez más centralizado, lo que costaba mucho dinero a las arcas públicas, y una hiperinflación por la cantidad ingente de oro que llegaba de las colonias. Para soportar los costes del gobierno de la nación se generaron nuevos impuestos y una Hacienda pública que los administrara solamente había una salvedad: el clero y la nobleza estaban exentos de la tributación. Al existir tanto excedente de dinero los campos dejaron casi de cultivarse, la ganadería y la pesca decayeron lo que provocó una grave inflación al tener que importar muchos productos de primera necesidad. La balanza de pagos empezó a hacer aguas y la respuesta tributaria cada vez era más insuficiente para mantener el gran peso burocrático impuesto por el nuevo rey.

Ante esta situación no le quedó otro remedio a Felipe II que ordenar una suspensión de pagos (“concurso de acreedores” que diríamos hoy) y comenzar a renegociar la deuda. El monarca llegó a un acuerdo con la mayoría de sus acreedores en el que solamente se devolverían los intereses dejando de lado al principal de la deuda. Los prestamistas llegaron a un acuerdo pues querían recuperar ni que fuera un mínimo del capital prestado pero muchos de ellos acabaron en la ruina tal fue el caso de Fugger.

 

Felipe V, un Borbón que impuso el orden en las cuentas del Estado

Estas bancarrotas (“default” en lenguaje actual) recorrieron ampliamente los siglos XVII y XVIII. Hasta en cinco ocasiones en estos dos siglos se suspendieron pagos y se renegoció la deuda hasta que subió al trono una nueva dinastía: los Borbones. Felipe V reinó desde 1700 a 1746 y estructuró un Estado moderno con funcionarios profesionales a su vez retomó el comercio con las colonias y elaboró los estatutos de una Hacienda con impuestos capaces de financiar el nuevo estado sin exclusiones ni privilegios de ningún tipo.

 

La Corona debía seguir endeudándose para continuar su política de conquista en ultramar

Fernando VI, su sucesor, siguió sus pasos siendo un rey prudente y juicioso pero sobre todo sin ser despilfarrador. Cuando Carlos III sube al trono hace que se creen bancos al estilo de otros países del entorno y funda el Banco de San Carlos como entidad dedicada a convertir los vales reales y descontar los efectos al 4%, también se utiliza para compra de suministros para el ejército asi como para abonar la deuda externa.

Pero es a la llegada de Carlos IV cuando los problemas financieros de la monarquía vuelven a surgir. La decisión de declarar la guerra a Francia por la ejecución del rey Luis XVI y de María Antonieta supuso una nueva ruina para las arcas de la nación. La emisión desmesurada de “bonos reales” para sufragar dicha contienda volvió a llevar a España a la suspensión de pagos de los intereses.

 

El siglo XIX, el más difícil para las finanzas españolas

Con el fin de la Guerra de la Independencia terminan los problemas con Francia que supusieron una de las más considerables salidas de fondos del erario público pues desde hacía ya unos pocos años ya no llegaban los mismos cargamentos de oro, plata y otros suministros de las colonias en América pues comenzaban a estar en pleno proceso de Independencia con respecto a España, la madre patria. Debido a ese déficit, Fernando VII, no abonó ni restituyó las cantidades recibidas a través de los “bonos” emitidos.

Ese siglo cargado de continuos golpes de estado, pronunciamientos militares y luchas intestinas entre absolutistas y liberales, o entre isabelinos y republicanos además de la falta de iniciativa empresarial terminó por dejar completamente secas las arcas del Tesoro.

En plena revolución industrial, la construcción del ferrocarril terminó por dinamitar las finanzas españolas y obligó a Isabel II, hija de Fernando VII, a hacer más atractiva la Deuda subiendo su rentabilidad, el problema es que nadie la creyó y los banqueros y inversores extranjeros optaron por no apoyar los planes reales así que, la reina, se vio forzada de nuevo a suspender pagos llevando a la quiebra a muchas de las empresas que habían construido el ferrocarril así como a los bancos que las habían financiado. Tal fue el descorazonamiento de la sociedad que el advenimiento de la Primera República fue acogido con estruendoso júbilo.

La primera parte del siglo XX fue económicamente tranquila hasta la llegada de la Guerra Civil. Ésa fue la última vez, hasta el momento, que España entró en problemas financieros. Una deuda que se quedaron sin cobrar los prestamistas del bando perdedor, el gobierno Republicano, ya que el general Franco sí reconoció su deuda.

Sólo Grecia y sus problemas con la deuda han hecho despertar los fantasmas de la quiebra en España. Temores que parecen alejarse tras el plan de defensa del euro y el recorte del gasto propuesto por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Pero si alguien tiene algo que decir en esto de la deuda es España, el primer país de la Historia Universal en crear “bonos basura” y el primero en entrar en bancarrota.

 
 
 
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